EL GRAN PREMIO DE LOS $64,000 PESOS: CUANDO DÍ EL ZARPAZO
- Juan Carlos Erdozain Rivera, MBA
- 6 jul
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 7 jul
"Nuestra personalidad, es un tejido intangible que nos define a través de los hilos de la infancia y la influencia de los adultos que nos rodearon"
Nuestras experiencias y vivencias van dejando en nostros huellas indelebles que determinan cómo seremos y qué haremos en el futuro.
En mi caso, dos nombres resuenan con una fuerza particular, dos mentores inesperados que moldearon mi adolescencia y encendieron la chispa de la curiosidad que aún hoy me impulsa: El Arquitecto del Sonido y El Caballero de la Palabra.

EL ARQUITECTO DEL SONIDO
Uno de ellos fue Franz Joseph Haydn, el "Padre de la Sinfonía", El arquitecto del Sonido, un genio cuya innovación en el siglo XVIII marcó el fin del Barroco y el amanecer del glorioso periodo Clásico.
¿Qué decía Beethoven de Haydn quien fue su maestro? "Un Genio Semejante jamás existió y probablemente nunca será Superado". ¡Imaginen el peso de esas palabras! Haydn no solo compuso música; construyó puentes entre dos eras, abrió caminos sónicos que resonarían por siglos.

EL CABALLERO DE LA PALABRA
La otra figura, un faro en los medios de comunicación mexicanos, fue Pedro Ferriz Santa Cruz, "El Caballero de la Palabra, culto, caballeroso, dotado de una inteligencia emocional extraordinaria y una personalidad arrolladora. Durante más de seis décadas, este periodista y locutor de radio y televisión fue un referente, una voz que inspiró a generaciones.

UN ADOLESCENTE EN EL EPICENTRO DE LA TELEVISIÓN MEXICANA
A veces, la vida nos lanza a encrucijadas inesperadas, otras, nos regala oportunidades que parecen sacadas de una novela. La mía, les aseguro, tiene un poco de ambas, y todo comenzó cuando yo era apenas un adolescente en un México que vibraba al ritmo de la televisión en vivo.
Permítanme transportarlos a 1973. Tenía yo dieciséis años, la mente ávida y el espíritu inquieto. En aquel entonces, Televisa Chapultepec era el epicentro del entretenimiento, y de sus estudios salía un programa que cautivaba a millones: "El Gran Premio de los $64,000 pesos".
En este programa que se transmitía en vivo, el concursante escogía un tema del cual, a lo largo de cinco semanas, era cuestionado con las preguntas más inverosímiles.
¿Mi tema elegido? Nada menos que Franz Joseph Haydn, un gigante cuya influencia moldeó a Mozart y Beethoven. Cuando me preguntaban por qué Haydn, mi respuesta era simple, pero profunda: Haydn fue un innovador. Para mí, representaba el alfa y el omega del periodo Clásico, el arquitecto que no solo lo inició en el siglo XVIII, sino que también lo clausuró en el XIX, abriendo las puertas de par en par al Romanticismo.

Con apenas 16 años, tuve la increíble oportunidad de participar y ganar en este famoso programa, hábilmente conducido por Pedro Ferriz Santa Cruz.
A lo largo de cinco emocionantes emisiones en vivo, el concursante debía contestar una letanía de preguntas complicadas sobre un tema previamente escogido. Pedro Ferriz Santa Cruz, el "Caballeroso Maestro de Ceremonias", era el responsable de asignar los anhelados $64,000 pesos a aquellos concursantes que así lo merecieran.
"El Gran Premio de los $64,000" se dividía en cinco sesiones, en donde cada semana el monto ganado se duplicaba, iniciando en $4,000 y siguiendo con $8,000, $16,000, $32,000 y finalmente $64,000. En cada emisión se hacían en promedio ocho preguntas, sumando un total de 40 preguntas difíciles y, a veces, ¡capciosas! Afortunadamente, logré superar la pregunta de los $32,000, acercándome así a un momento crucial: a mis 16 años, debía decidir si "DABA EL ZARPAZO DE TIGRE UNIROYAL" en pos de los $64,000 o me retiraba. El "Zarpazo" se refería a que uno de los principales patrocinadores, la fábrica de llantas Uniroyal, se promocionaba diciendo que sus llantas eran en realidad como unas "Zarpas de Tigre".
¡Un dato fascinante! Los $64,000 pesos de esa época equivaldrían hoy a cerca de $300,000 pesos actuales.

Pero aquí viene la parte más emocionante: si uno optaba por continuar hasta los $64,000, existía el alto riesgo de que, con una sola pregunta fallida de las ocho de la última emisión, se perdía ¡todo lo ganado! Era, por así decirlo, un "volado de $64,000 pesos".
UN GIRO INESPERADO: CUANDO LA FORTUNA SONRÍE
La decisión de seguir o retirarme se complicó aún más. Dada la complejidad de las últimas ocho preguntas, el programa permitía al concursante llevar a un asesor que lo apoyaría desde una cabina cerrada y sellada, a prueba de ruidos. Sin embargo, mi asesor designado, con meses de antelación, ¡decidió abandonarme a mi suerte debido a un ataque de pánico escénico!
Fue entonces cuando la diosa fortuna, mi madre (Velia Rivera Vda de Erdozáin, quien aparece en todas las fotos), y un grupo de amigos intervinieron. Me dieron la sorpresa de convencer al afamado Maestro Enrique Bátiz, en aquel entonces Director de la Orquesta Sinfónica del Estado de México, para que aceptara ser mi asesor. ¡Y aceptó! Enrique me apoyó incondicionalmente, entramos juntos a la cabina y, contra todo pronóstico, ¡ganamos el Gran Premio de los $64,000 pesos!

LECCIONES DE VIDA EN LA PISTA DEL SABER
Esta experiencia fue mucho más que un concurso. Me ayudó a comprender que el conocimiento se adquiere por la vía intelectual, a través de los libros y maestros, pero también por la vía emocional, gracias a los mentores. La experiencia se obtiene asumiendo riesgos y aprendiendo tanto de los aciertos como de los desaciertos.
También aprendí que la toma de decisiones inteligentes no solo depende de la experiencia sobre un tema, sino también de nuestro nivel de autoconciencia. Cuanto más nos conocemos a nosotros mismos y nuestro entorno, mayor será nuestra destreza al interpretar los hechos y tomar decisiones acertadas. Si nos limitamos a los fríos modelos de racionalidad, como los árboles de decisión que solo sopesan pros y contras, es probable que nuestras elecciones no sean las más adecuadas. La vida, después de todo, rara vez se nos presenta de un modo tan esquemático.
La verdad es que, al participar en "El Gran Premio de los $64,000 pesos", no pude evitar sentirme como un piloto de Fórmula 1, un corredor en su propio Grand Prix. Cada pregunta era una curva cerrada, cada decisión una maniobra crítica en una pista donde la meta era el saber. Y como todo gran piloto, conté con mi propia "escudería", un equipo de patrocinadores que hicieron posible esa emocionante carrera.
EN LOS $64,000 PESOS, MI ESCUDERÍA ESTUVO CONFORMADA POR NOMBRES DE PESO:

De quien recibí un jugoso cheque por $64,000 pesos que a valor presenta era una significativa fortuna para un adolescente de 16 años.

Llantas Uniroyal ¡que además de honrarme con el nombramiento de Ejecutivo Honorario!, fue el que me impulsó a seguir adelante dando durante cinco semanas "El Zarpazo"

Zenith, la pionera en televisores con control remoto. Eran gigantes en su campo, y el respaldo que sentía de ellos era una inyección de confianza para cada etapa del concurso.
Hoy, miro hacia atrás y veo que "El Gran Premio de los $64,000 pesos, no fue solo un concurso de preguntas y respuestas. Fue una lección de vida que me moldeo, me enseñó el poder de la preparación, la resiliencia ante los obstáculos y la inmensa alegría de una victoria compartida. Y tú, ¿cuál ha sido tu "Grand Prix" personal? ¿Quiénes han formado parte de tu escudería en los momentos clave de tu vida?
MUCHAS GRACIAS POR EL PRIVILEGIO DE TU TIEMPO AL LEER ESTA HISTORIA.
Excelente narración de tan entrañable historia.