Sistemas de Inteligencia en la Facultad de Negocios La Salle
- Juan Carlos Erdozain Rivera, MBA
- 30 may
- 3 Min. de lectura
"En el dinámico mundo actual, el pensamiento estratégico se ha convertido en una habilidad invaluable. Pero ¿qué implica realmente? Va mucho más allá de la planificación a largo plazo; es un proceso iterativo que combina la visión con el análisis riguroso para desentrañar problemas complejos y forjar soluciones innovadoras"

El Punto de Partida: Definir el Problema
Pensamiento estratégico comienza con una comprensión clara y profunda de un problema. No podemos resolver algo si no sabemos exactamente qué es. Esta etapa es crucial y sienta las bases para todo lo que sigue. Es aquí donde la curiosidad y la capacidad de cuestionar lo obvio se vuelven esenciales.
El Poder del Análisis Cualitativo: Observación, Intuición y Visión
Una vez que el problema está definido, entramos en el terreno del análisis cualitativo. Esta fase es a menudo subestimada, pero es donde la verdadera creatividad estratégica florece. Implica:
Observar: No solo ver, sino realmente mirar y comprender los matices del entorno, las interacciones y los comportamientos.
Hacer analogías: Encontrar similitudes y lecciones en situaciones aparentemente dispares. La historia y la experiencia pueden ser grandes maestros.
Generar ideas y/o hipótesis: A partir de la observación y las analogías, se empiezan a formular posibles explicaciones o soluciones. Es un proceso de exploración y descubrimiento.
Definir el modelo de solución a través de una visión: Aquí es donde se construye el "cómo". Se articula una visión clara de la solución, un camino que guiará los esfuerzos futuros. Esta visión debe ser inspiradora y alcanzable.


Para ilustrar la potencia de la observación, siempre me gusta recordar el concepto de "prosumidor" planteado por la empresa 3M. Su enfoque en observar cómo los consumidores resuelven sus propios problemas de manera rudimentaria les permitió identificar necesidades no satisfechas.
3M tomó esas soluciones "caseras", les aplicó tecnología y las transformó en productos innovadores que hoy conocemos y usamos. Esto es un claro ejemplo de cómo la observación aguda puede llevar a soluciones creativas y de gran impacto.

La Confirmación Cuantitativa: Investigación, Métricas y KPIs
Una vez que se ha delineado un modelo de solución cualitativo, es hora de ponerlo a prueba y refinarlo a través del análisis cuantitativo. Para garantizar que el modelo de solución al problema planteado es correcto y viable, recurrimos a:
Investigación: Recopilación de datos duros que validen o refuten nuestras hipótesis iniciales.
Métricas: Establecimiento de indicadores clave para medir el progreso y el éxito.
KPIs (Key Performance Indicators): Definición de metas específicas y medibles que nos permitan evaluar el rendimiento de la solución propuesta.
Este enfoque dual, que combina lo cualitativo y lo cuantitativo, es lo que distingue a un pensador estratégico excepcional. La intuición y la visión nos dan la dirección, mientras que los datos nos aseguran que estamos en el camino correcto.

La Importancia de lo Intangible: Habilidades e Intuición
Por todo lo anterior, se vuelve evidente la enorme importancia que tienen las habilidades intangibles y la intuición para un buen pensador estratégico.
La capacidad de ver patrones donde otros no los ven, de conectar ideas aparentemente dispares, de sentir el pulso del mercado y de confiar en el propio juicio, son activos invaluables.
No se trata solo de ser un experto en datos, sino de ser un visionario que puede interpretar esos datos en un contexto más amplio.
El pensamiento estratégico es una danza entre la creatividad y la lógica. Es la habilidad de definir un problema, usar la observación y la intuición para forjar una visión de solución, y luego validar esa visión con datos concretos. Aquellos que dominan este arte están mejor posicionados para navegar la complejidad y liderar el cambio en cualquier ámbito.

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